Decía Antonio Miranda, mi tutor de proyectos en la escuela a quien debo gran parte de mis conocimientos y reflexiones sobre la Arquitectura, que las prisas son para los pobres, que las medias para los pies, y que a veces ni lo uno ni lo otro.
Tenía razón.
Reflexionar sobre la profesión de arquitecto y sobre la Arquitectura no siempre lleva a los mismos callejones. Sigo pensando con zumbona insistencia que pertenezco a un gremio hermenéutico y endogámico que sólo se alimenta, como Saturno, de devorar a sus hijos incluso mediante el halago.
Tras un variopinto trayecto por una empresa de informática, dos o tres estudios de Arquitectura, una siniestra oficina de diseño de carteles, y una pequeña constructora de dudosa reputación, me asenté como profesional hace ya unos cuantos años ya y aquí os muestro en qué ha desembocado el tema, mi tema.
De la gente que rodea mi profesión me he encontrado con clientes serenos algunos y agobiados por las obras y la economía en general otros, contratistas con conocimiento y afán de intercambio de saber en una gran mayoría, aunque también han aparecido los acomplejados y resentidos a causa fundamentalmente de su mal hacer y peor aprender, y entre mis comunes (¿?), con compañeros que, desde su espartana práctica profesional o desde su cálido puesto en el organismo oficial de turno, no siempre libremente elegido, lidian con la dualidad de resistir caminando por el sendero de esta extraña profesión o llorar en secreto cuando, en algún momento, sienten que estaban llamados para algo más
La vida tiene estos curiosos desplantes, pero seguimos caminando aunque, a día de hoy, sea incómodo el camino, la obra e incluso las botas.
Y aunque a más de uno le incomode que lo sigamos haciendo.
Como decía Rosendo Mercado en una de aquéllas viejas canciones, maneras de vivir.
Tenía razón.
Reflexionar sobre la profesión de arquitecto y sobre la Arquitectura no siempre lleva a los mismos callejones. Sigo pensando con zumbona insistencia que pertenezco a un gremio hermenéutico y endogámico que sólo se alimenta, como Saturno, de devorar a sus hijos incluso mediante el halago.
Tras un variopinto trayecto por una empresa de informática, dos o tres estudios de Arquitectura, una siniestra oficina de diseño de carteles, y una pequeña constructora de dudosa reputación, me asenté como profesional hace ya unos cuantos años ya y aquí os muestro en qué ha desembocado el tema, mi tema.
De la gente que rodea mi profesión me he encontrado con clientes serenos algunos y agobiados por las obras y la economía en general otros, contratistas con conocimiento y afán de intercambio de saber en una gran mayoría, aunque también han aparecido los acomplejados y resentidos a causa fundamentalmente de su mal hacer y peor aprender, y entre mis comunes (¿?), con compañeros que, desde su espartana práctica profesional o desde su cálido puesto en el organismo oficial de turno, no siempre libremente elegido, lidian con la dualidad de resistir caminando por el sendero de esta extraña profesión o llorar en secreto cuando, en algún momento, sienten que estaban llamados para algo más
La vida tiene estos curiosos desplantes, pero seguimos caminando aunque, a día de hoy, sea incómodo el camino, la obra e incluso las botas.
Y aunque a más de uno le incomode que lo sigamos haciendo.
Como decía Rosendo Mercado en una de aquéllas viejas canciones, maneras de vivir.